[Florencia, Galeria de la Academia, diciembre 2011]

Desde principios del siglo XV, los Medici crearon el Renacimiento. En Florencia surgió un nuevo arte, un nuevo modo de verlo y un nuevo poder que dejaba de lado la Iglesia. Desde ahí, el resto de ciudades, en especial Roma, despertaron su afán de ser superiores a tanta innovación de pensamiento y empezaron a mezclarse conceptos de arte, poder y religión que hasta llegaron a poner en interrogante los principios de los Medici.

El mecenazgo fue la novedad principal de esta nueva corriente. Gente con mucho dinero diseñando el arte a su gusto y a su antojo. Se trataba de una élite culta, con criterio artístico y con gran habilidad para detectar artistas e invertir en ellos. Esto nos dejó grandes creaciones, que si dejamos de lado el hecho de pensar que fuera una alta sociedad la que decidió todo y pensamos que otorgó una gran libertad creativa al quitarse de encima la opresión que la Iglesia siempre ha dado a los artistas, podemos encontrarla muy positiva. Gente culta creando y financiando arte, no parece un mal plan.

Fue un gran paso patrimonial, como se explicó, porque la filosofía artística se basó en recuperar el mundo clásico con la fiel convicción de que fue un tiempo mejor. Esto supuso disparar los estudios de este mundo pasado, las investigaciones para recuperar el material que quedaba y los registros de todo este trabajo. Aquí llego nuestro patrimonio material e inmaterial.

Uno de los artistas que la familia Medici descubrió fue Miguel Ángel y una de sus obras más conocidas fue el David, la escultura que se sitúa en la Galería de la Academia de Florencia.

Lorenzo de Medici dejó al artista vivir en su casa, prácticamente lo adoptó. Tenían muy buena relación. Lorenzo le presentó al círculo de artistas e invirtió en su formación cultural. Miguel Ángel, que siempre buscó la aprobación de Lorenzo, se dividía moralmente entre el mundo religioso donde se sentía seguro y el mundo clásico, teatral y bello que le proponía Lorenzo, causándole una verdadera provocación.

Esta dualidad que tenía en guerra al artista, refleja muy bien el estado de la ciudad de Florencia en ese momento. La gente se dividía entre los que seguían los principios de la Iglesia, que durante tantos años habían dejado mucho peso y que tenían como figura representativa a Girolamo Savonarola y en los que formaron el grupo de intelectuales, seculares y refinados (o degenerados, lujuriosos y anticristianos).

Savonarola ganó la batalla y los Medici fueron expulsados de la ciudad. Miguel Ángel sin embargo, continuó en Florencia, donde trabajaba sin dormir mientras veía cómo todas las señales de la familia Medici eran borradas. Y para la nueva ciudad sin Medici tenía la obra principal preparada: El David.

Su tamaño es grande porque fue pensado para situarlo dentro de la catedral, pero gustó tanto que decidieron ponerlo en otro lugar donde no se confundiera con David el profeta. En un lugar civil se entendería como un símbolo de la ciudad: la expulsión de los Medici. ¿Y quién la realizo? El artista que fue criado por los Medici.

Estamos ante una obra que podemos considerar financiada por la familia para la que iba en contra, pues fue quien pagó y se encargó de la formación del artista que la realizó.

Pero Miguel Ángel pudo volver a honrar a los Medici cuando éstos, una vez superaron su exilio y volvieron con poder de nuevo, le encargaron las tumbas de Lorenzo y Giuliano (de Medici).

 

– Ágora –